Testimonios reales
Testimonio real
Mi nombre es Gabriel, soy divorciado y con una hija. Soy una de las tantas personas (hombres, en la gran mayoría de los casos) que fue “seducido” por este verdadero flagelo del siglo XXI. De a poco, con mucho esfuerzo y ayuda, y habiendo pagado un precio carísimo, pude superar esta pesadilla…
¿Cómo empezó todo?
Muy simple. Desde que instalé Internet en casa de mis padres, primero, y luego la cosa siguió durante mi matrimonio. Muy rápidamente me “enganche”, tal como ocurre con las drogas. Al principio todo parecía perfecto, hecho a mi medida.
Factores de riesgo:
Material ilimitado: La cantidad de material (fotos, videos, etc.) que podía bajar de la red era ilimitado. Por lo menos en mi caso nunca me impusieron restricciones.
Material prácticamente gratuito: El único costo monetario que tenía era el abono del “dial-up”, en principio, y luego las sucesivas ofertas de banda ancha. Teniendo en cuenta la cantidad ilimitada de material que podía bajar, la relación costo–beneficio resultaba ampliamente favorable.
Material variado: Desde la comodidad de mi hogar disponía de un abanico inmenso que iba desde la simple desnudez hasta la zoofilia. Inclusive recuerdo la cantidad de material pedófilo que circulaba por la red años atrás con mucha fluidez ya que, lamentablemente, no se había impuesto todavía un control más estricto. Sin embargo me siento realmente aliviado por, no sólo evitar material con menores de edad sino que inclusive recuerdo haber denunciado estas prácticas en los pocos sitios que fueron surgiendo con el objeto de combatir esta crueldad.
Preservación de la intimidad: Cualquiera de mi generación sabe lo engorroso y vergonzoso que resultaba el hecho tener que exponerse públicamente a la hora de adquirir material pornográfico en las épocas de la adolescencia (kioscos de diarios, videoclubes, etc.), Era toda una proeza! Pero con la llegada de Internet, Santa Solución! Tema superado! Adiós a la vergüenza pública! De esta manera, nadie se enteraba acerca de mis actividades “socialmente desaprobadas”, según lo que yo sentía por entonces.
Anonimato: Otro condimento más. Qué bárbaro! Por muy poco dinero a cambio, disponía de todo el material porno que quisiera, de lo más variado, muy cómodo sentado frente al monitor, y en la más absoluta soledad, lo que aseguraba resguardar mi intimidad, y como si esto fuera poco, la frutilla en la torta… el anonimato. Esta maravilla moderna me ofrecía además la posibilidad de ver y/o aportar material para adultos, opiniones en foros, etc, sin que nadie tenga dato alguno acerca del autor de dichas acciones. El hecho de no tener que dar la cara, “envalentona” a cualquiera…
En fin, con todos estos ingredientes comenzaba para mí el principio del fin. Sin embargo, existe una salida, y eso es lo que más importa!
Síntomas de adicción:
Aislamiento progresivo: Comencé mostrando una tendencia a evitar encuentros sociales en general, poniendo excusas ridículas.
Conflicto de relación padre-hija: Los chiquitos son muy perceptivos. Yo percibía un rechazo de mi hija hacia mi persona… y con razón! Yo no le correspondía con la actitud que ella esperaba de mí. Lamentablemente, mi cabeza estaba en otra cosa y no tenía ya la capacidad de registrar siquiera el “ruido” comunicacional entre mi hija y yo.
Tendencia a reaccionar con ira: En los pocos momentos en que “debía” (porque no me quedaba otra) relacionarme con el entorno, me mostraba irascible. Cualquier cosa me molestaba, no sentía placer por nada.
Cansancio eterno: Todo el tiempo estaba cansado, con sueño… y lógico, si todas las noches me quedaba “trabajando” en la computadora durante horas…
La mentira: Al principio, la excusa del “trabajo en la compu” funcionaba, pero con el correr del tiempo ya no tenía manera de sostener el mismo argumento e inventaba otros. Todos sabemos que “la mentira tiene patas cortas”. Se sumó entonces la difícil tarea de recordar esas excusas, lo cual resultó muy complicado y derivó en reiteradas contradicciones. Esto último es justamente lo que llevó a mi esposa a percibir que algo raro estaba pasando.
Desvíos de la libido: Es duro reconocerlo pero debo ser honesto. Mi energía sexual sufrió, progresivamente un desvió y pasó a canalizarse a través de la masturbación compulsiva por excitación ante lo visual (ante el monitor, por supuesto). Mi esposa elevaba sus quejas alegando la falta de interés de mi hacia ella, que ya no la “buscaba”. Mucha razón tenía en reprochármelo.
Desinterés por cualquier actividad recreativa: La práctica de deportes, hobbies, ó simplemente sentarme en el banco de una plaza, todas actividades que fueron dejadas de lado. Había perdido completamente el interés por todo eso.
En síntesis, mi esposa fue quien durante mucho tiempo me advirtió acerca de mi progresivo aislamiento y dejadez, en lo personal y en la relación con el entorno familiar y con la sociedad en general. La ira y la mentira fueron los recursos que utilicé como escudos para hacer frente las situaciones en las que, inevitablemente, debía relacionarme (ó mejor dicho confrontarme) con el entorno.