PENSAMIENTOS IRRACIONALES
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La adicción no depende de la droga que se consuma, sino de la ansiedad que se padezca.
Existen experimentos que demuestran que en compañía de un grupo social adecuado el nivel de adicción disminuye y la “obsesión” por la sustancia también. Es importante no consumir solo y el hecho de que haya una comunidad contraria al consumo, que ofrezca un estilo de vida diferente y apartado de él, ayuda muchísimo por supuesto, tanto en la prevención como en el tratamiento. No obstante, eso no quiere decir que las sustancias no sean adictivas por sí mismas. Este es un hecho comprobado químicamente. No olvidemos que la adicción supone un conjunto de factores donde se encuentra la sustancia, pero no solo ella.
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El consumo de drogas se puede controlar.
Actualmente, hay un debate acerca de si se puede hablar de la existencia de un consumo responsable. Es una cuestión difícil de contestar, pues, para ello, los profesionales de la salud tendrían que definir exactamente el concepto de responsabilidad en el consumo de cada una de las drogas, ya que muchos de ellos opinan que hablar de consumo y responsabilidad en relación a algunas drogas es una contradicción. En lo que sí parece haber un acuerdo es en que la falsa percepción de control responde a un mecanismo de defensa, llamado «negación», que permite al adicto seguir con su consumo. Por otra parte, ¿cuándo se empieza a perder el control sobre el consumo? El inconsciente en cada sujeto es de muy difícil análisis Es imposible hablar con propiedad de consumo controlado.
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Dejar las drogas no es tan difícil.
Depende del estado en el que te encuentres. (Uso, abuso o dependencia). Las personas que consumen ocasionalmente lo tendrán más fácil, mientras que las que presentan un cuadro de abuso o dependencia lo pueden tener francamente difícil. Lo verdaderamente arriesgado es que el consumo se haya convertido en un hábito o en un instrumento para alcanzar un fin determinado. Por ejemplo: «cada vez que salgo de marcha, me tengo que poner, porque si no, no me lo paso igual de bien.» El peligro de los hábitos es que sientan las bases de la dependencia psicológica. Es muy difícil abandonar esos hábitos, y los índices de superación verdadera no son muy elevados. Pero es posible porque el cerebro se reorganiza y recupera, al igual que sus células, algo que no se creía anteriormente. Un diseño esperanzador de lucha y por el que vale la pena apostar.
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El problema de dejar las drogas tiene más que ver con la dependencia física que con la psicológica.
A veces se infravalora el poder que tiene la dependencia psicológica, y se cree erróneamente que lo físico u orgánico influye más a la hora de poder mantener la abstinencia. Durante los años 90 se creía que la cocaína no generaba dependencia física. Hoy ya no se valora igual esta información ya que se ha demostrado que aparecen efectos fisiológicos como nerviosismo, sudoración, mareos, etc. incluso antes de consumir. Y es que la relación entre la dependencia psicológica y la física es muy estrecha.
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No poder dejar las drogas responde únicamente a un fallo en la fuerza de voluntad.
Algunos científicos han hallado alteraciones en las regiones cerebrales responsables de la voluntad y el autocontrol de las personas con un historial de adicción. Es difícil saber si estas alteraciones eran previas o posteriores a la o las adicciones. Al margen de estas investigaciones, no hay que olvidar que es frecuente que las adicciones coexistan, es decir, ocurran simultáneamente, con otros trastornos, convirtiendo la solución a este problema en algo bastante más complejo que la fuerza de voluntad. Es lo que se denomina «patologías duales». Lo que sí está claro es que tiene que existir un deseo, una motivación para abandonar el consumo, y que esto es imprescindible para que el tratamiento de la adicción sea exitoso. Lo que ocurre es que normalmente e deseo está producido por los resultados negativos de la adicción, por las consecuencias, por hacer daño a los demás, porque se ha perdido dinero, porque se ha amenazado la salud, porque la policía ha detenido al adicto, por el miedo y la desesperación del después del consumo y no del antes.
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El consumo de drogas afecta sólo a los jóvenes.
Los estudios demuestran que el cerebro adolescente es más vulnerable a la adicción que el de los adultos. Pero sería un error pensar que solamente este colectivo queda afectado. Tanto para los niños que en determinadas zonas del globo sufren también de adicción a determinados inhalantes, como para los adultos que nunca consumieron y que se ven envueltos de pronto en el juego, su camino de destrucción es rapidísimo. Todos somos vulnerables y todos podemos caer en un comportamiento adictivo que nos lleve a enfermar, todos. No importa la profesión, la edad, el país, la cultura, el estrato social, la economía, todos somos objetivo posible de esta infección.
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Las drogas producen placer.
No cabe duda de que, en general, producen placer, al menos al principio, en la luna de miel. De lo contrario la gente no las consumiría. No obstante, es preciso matizar una serie de cuestiones: En primer lugar, no a todo el mundo le sienta de la misma manera una droga determinada. Se dan casos en los que algunas personas experimentan sensaciones de malestar al probarlas. Es el caso típico del cigarrillo, que a casi todo el mundo no le suele gustar al principio, e incluso se marean o tosen, teniendo que luchar para seguir fumando y para superar la aversión o el rechazo inicial. A una persona nerviosa le pueden sentar mal las drogas estimulantes como la cocaína o las anfetaminas, ya que incrementan el estado de ansiedad de la persona. De igual forma, es sobradamente conocido el «mal viaje» que sufren otros con drogas alucinógenas como el LSD o las setas, o las personas que se entristecen o adormecen con el alcohol, ya que como mencionábamos antes, los efectos de la droga tienen que ver con las propiedades de cada droga, las características personales y el contexto o circunstancias en las que se consume.
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Las drogas te ayudan a superar estados de ánimo negativos.
Muchas personas consumen drogas cuando están aburridos, sin nada qué hacer, desmotivados, tristes, sin ilusión, apáticos. Puede que estos estados sean muy leves y los afectados no sean muy conscientes de lo que están sintiendo. Pero puede que esa sensación de aburrimiento o de falta de ilusión sea la punta del iceberg de un fondo de tristeza, que no acaba de emerger a la superficie, pero que está ahí y a la que os habéis acostumbrado, es decir, pensáis que es normal sentirse así. Con esto no os queremos alarmar. El aburrimiento y la tristeza forman parte de la vida, incluso de una vida feliz.
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En esta vida hay que estar alegre todo el tiempo
Éste es otro mito que está relacionado con lo que acabamos de presentar. Vivimos en la era del hedonismo. Nuestra sociedad pretende ofrecer el placer todo el tiempo de modo que no sintamos la más mínima frustración, la más mínima incomodidad, la más mínima espera. El riesgo de esta creencia implícita, que todos tenemos, porque formamos parte de esta sociedad, es que cuando aparece una pequeña frustración en nuestra vida, tipo “no me siento feliz porque nadie me quiere”, no lo aceptamos como algo normal, que tiene que formar parte de nuestra vida y nos exigimos sentir la diversión o la alegría que no obtenemos por nuestros propios medios. Tampoco queremos esperar obtener las cosas a su debido tiempo, sino que deseamos todo ya, ahora mismo, rápido y fácil y en este sentido la tecnología no nos ayuda en absoluto.
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Los ex-adictos pueden volver fácilmente a consumir ocasionalmente.
Es de sentido común pensar que exponerse directamente al estímulo (droga) al que la persona se ha hecho adicta, incrementa notoriamente las posibilidades de recaer. Y esto supone para la persona empezar otra vez desde cero. Actualmente existen dos diferentes posturas que tratan de responder a esta pregunta: mientras unos creen que los ex-adictos no deberían volver a consumir nunca, otros creen que, si bien es una tarea difícil, se podría llegar a establecer una relación controlada con la droga después de haber sido adicto, pero que, no obstante, no todo el mundo está capacitado para lograrlo. Sería una apuesta demasiado arriesgada creer que se puede volver a un camino del que se quiere escapar. Ha habido demasiado sufrimiento, demasiado dolor. No me imagino recuperado, abstinente y haciendo ejercicios para volver a consumir controladamente.
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Consumir drogas me hace interesante, rebelde, a los ojos del sexo opuesto, o de la sociedad.
Muchos fumadores de tabaco empezaron porque creían que iban a resultar más atractivos, más adultos, con más estilo. Hoy en día, los fumadores son rechazados en algunas sociedades y están siendo cada vez más marginados. De hecho, lo habitual es que sólo a los fumadores no les importe que su pareja fume. Lo mismo sucede con otras drogas, a los que las consumen puede que no les importe demasiado que su pareja también lo haga, pero puede que llegue un momento en que uno de los dos decida dejarlo o reducirlo, mientras que el otro no y, entonces, esto se convierta en una verdadera fuente de problemas y sufrimiento.
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Recuperarse consiste en desintoxicarse y lograr la abstinencia
Esta es sólo una parte, pero no estaría completa la rehabilitación con la abstinencia solamente. Es preciso adoptar un nuevo estilo de vida. La desintoxicación y la abstinencia son pasos necesarios dentro del proceso de la adicción, pero no garantizan la victoria. El adicto tiene que reconocer su problema y actuar en consecuencia. Eso implica el abandono de todo un mundo, de todas las personas relacionadas con ese mundo y de todos los lugares asociables a ese mundo. Además necesita un cambio en el pensamiento y dejar de negar lo que es evidente. El adicto tiene que sentir el deseo de dejar de serlo, consciente de la gravedad de su enfermedad. La familia, pareja, amigos pueden ayudar, pero el cambio ha de surgir y tiene que partir de él mismo.
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Las recaídas son un fracaso total
No, no lo son. Sólo son graves equivocaciones, que exigen nueva reflexión y análisis. Las caídas forman parte del largo proceso que supone romper con una adicción. En ellas se juega el triunfo y el fracaso de la cadena adictiva. En lugar de venirte abajo y pensar que nunca lo vas a lograr, utiliza la recaída como un elemento de aprendizaje para analizar qué condicionantes la provocaron. Es decir, fue por haberte tomado una cerveza, a la que siguió otra (mientras pensabas «total sólo son cervezas”) y después otra, luego te pediste una copa y acabaste pillando un gramo. Pues si éste es tu caso ya sabes lo que debes evitar para la próxima (beber alcohol). O tal vez sea porque te has reunido con tus colegas, habéis pillado un par de pelis, uno se hace un porro, lo pasa y tú no sabes decir que no. Pues en ese caso, has aprendido algo muy importante: que te cuesta resistir la presión de grupo y que tendrás que trabajar sobre ello. O bien aprendes a resistir, o quedas con tus colegas únicamente cuando sepas que no se va a fumar (por ejemplo, para practicar algún deporte). O si estas opciones son inviables, tendrás que dejar de ver a tus colegas. Tú decides.
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Uno elige ser adicto
No. Uno elige, más bien, probarlo, experimentar con esta droga o aquella, saciar su curiosidad. Lo que sucede es que mientras uno va justificando su comportamiento con frases tipo «sólo son algunos fines de semana y es muy poca cantidad», «la marihuana es buena, porque se la recetan a pacientes con cáncer», todo el mundo lo hace, «soy joven y es mi etapa para hacer locuras», etc., el tiempo va pasando, el consumo va aumentando, las excusas van siendo más difíciles de creer y de dar, uno ya sólo se relaciona con gente que consume. Ahora en vez de gustarle, lo necesita y su pensamiento, ilusión y comportamiento están empezando a girar sobre lo mismo… Y sin quererlo te has convertido en un adicto aunque, en su día, sólo elegiste probarlo. Uno nunca elige ser adicto. Se encuentra con una posibilidad que, sin duda, sabía que existía, pero que nunca pensó le tocaría a él.