Plantas sagradas y experiencias. HISTORIA del consumo
Plantas sagradas
La historia del consumo de productos tóxicos por el hombre se remonta a épocas perdidas en la niebla del pasado. El cannabis, más conocida como Marihuana, era ya considerada una planta sagrada en la India mil años antes de Cristo, y la utilización del Opio tiene una larguísima tradición entre los asiáticos. En las Américas los indios utilizaban ciertos cactus, como el Peyote Mexicano, para conseguir efectos nauseabundos y experimentar visiones místicas. En América del sur las hojas de coca vegetal que después de ser sometido a un proceso de laboratorio se transforma en cocaína, eran utilizadas hace mucho por los Incas, y hasta por los indígenas que habitaban el territorio Brasileño del Amazonas.
Con todo, el alcohol ha sido sin duda la droga por excelencia de los pueblos mediterráneos y occidentales. Sus efectos fueron utilizados como vínculo litúrgico por egipcios, griegos, romanos y hebreos (el sincretismo judeocristiano llegaría a elevar el zumo de uva fermentado a la categoría de vehículo de la encarnación de la divinidad).La alquimia medieval continuaría esa larga tradición haciendo del vino el portador de una esencia o espíritu que podía ser obtenido por destilación: el «agua de la vida», el «aguardiente», etc., constituyen algunos de los ejemplos de la mística manipulada del alcohol, casi siempre llevada a cabo desde los centros monásticos. Si el alcohol ha sido la droga histórica de Occidente, de Turquía a la India, pasando por la meseta del Irán, el protagonismo lo ocupan los derivados del cannabis y la adormidera. A partir del siglo XVIII, el consumo de estas drogas se extendió a Europa junto con la cocaína, primero en ambientes elitistas y, mediado el siglo XIX, de forma más generalizada.Los nuevos procedimientos para introducir en el cuerpo humano las sustancias farmacológicas (la morfina, descubierta a principios del siglo XIX, no pudo ser utilizada a gran escala hasta casi cincuenta años después, tras la invención de la jeringa y la aguja hipodérmica por Wood y Pravaz) favorecieron tal auge, así como la industrialización -otra vertiente más de la Revolución Industrial- de los productos farmacéuticos. El siglo XIX marcó un punto de inflexión en el consumo de drogas.
Las primeras sociedades urbanas -Egipto, Mesopotamia, el valle del Indo- aportaron a la Humanidad, junto a las legislaciones positivas más antiguas que se conocen (Código de Manu, Código de Hammurabi), las primeras noticias documentadas sobre la existencia de drogas embriagantes.
En el caso egipcio, por ejemplo, las más corrientes fueron el opio y una especie de cerveza cuyo consumo se gravaba con impuestos. He aquí ya algunas de las características que acompañarán a las drogas en su peripecia histórica: su uso institucionalizado, muchas veces con sentido religioso, su vertiente legal y su unión a una rentabilidad económica.
El Rigveda, libro sagrado de la India, contiene diversas referencias al soma, bebida ritual que elevaba «hasta las nubes» a quien la consumía, y la Odisea griega recoge el conocimiento de los poderes del nepente, brebaje que hacía olvidar el dolor y el infortunio.
El historiador Heródoto da noticia en sus obras del pueblo de lo mesagetes, que aspiraban los vapores despedidos por las semillas de ciertas plantas echadas al fuego. En los Grandes Misterios eleusinos, orgías sagradas celebradas cada cinco años, se practicaban ritos con ingestión de sustancias estimulantes, y Virgilio se refería a las adormideras como impregnadas por el sueño de Leteo.
La elevación del nivel de vida de las sociedades occidentales desde comienzos del siglo XX iría acompañada de un aumento progresivo del consumo de bebidas alcohólicas de alta graduación, con un cambio en su función social: de complemento alimentario, al carácter de droga.