LAS EXCUSAS DEL ADICTO
El consumo no lo es todo
Mis consumos fueron una especie de recompensa: Tras periodos de éxito en en la abstinencia suelen aparecer deseos de refuerzo asociados con un descenso en la percepción del riego y de la enfermedad. El cerebro manda esa información de forma inconsciente, los sentimientos no son fiables. La seguridad la da el proyecto elaborado de antemano a largo plazo si el consumo ha desaparecido.
Yo seguía ansioso: Siempre lo estarás en determinados momentos, y siempre habrá problemas. Una buena terapia de relajación y técnicas de control de la ansiedad y buenos registros de pensamientos pueden ayudarte.
Las malas noticias fueron una locura: La vida lo presupone en todos, pero tú eres adicto y debes prestar especial atención a la manera de afrontarlos. ¿Cómo querrás servir mejor a los demás? ¿Cómo manejarías el estrés? ¿Cómo dirigirás todo tu talento y espiritualidad si recurres al «malestar adictivo» o a una cadena de pensamiento que no rompes, volviendo a tu búnker particular, haya consumo o no?
He perdido capacidad de disfrute: Si hay un plan estratégico todo llegará; no olvides que el nivel «eléctrico» dopaminérgico no será igual en intensidad, pero la calidad de vida que Dios te ofrece, si eres creyente, y siempre que tu experiencia religiosa sea sana y no tóxica es impagable en un futuro lleno de nuevas sensaciones nunca antes vividas.
Mi estado depresivo: Probablemente esté asociado a tu pasado, a tus fracasos y a tu falta de perspectiva, pero es un estado pasajero si tienes paciencia y te perdonas, y te ilusionas, y crees en la mejoría. Debes creer y vivir esperando en la falta de esperanza; saber que con decisiones firmes poco a poco te sentirás mucho mejor.
Existe en el cerebro una región llamada comúnmente “el centro del placer”. Ahí se libera un neurotransmisor denominado dopamina. Cuando consumimos alguna droga, practicamos la sexualidad, o comemos chocolate, nuestro núcleo accumbens comienza a generar dopamina, lo que hace que tengamos esas sensaciones tan placenteras. Al sentir ese bienestar sentiremos la necesidad de repetir, lo que podría convertirse en un hábito, y más tarde en una adicción. En ese momento ya estaremos atrapados. La dopamina puede funcionar de forma natural, pero también podemos alterarla químicamente o por medio de la repetición anómala. Ya está diseñada para el placer, no juguemos a ser dioses.