Como Prevenir Problemas Derivados Del Alcohol


Prevenir problemas derivados del alcohol


Introducción:

Podríamos pensar que hacer prevención dentro del hogar, en este contexto cultural y social, puede resultar algo casi imposible, porque la fácil accesibilidad a las drogas ilegales, la permisividad social de ciertos consumos, el tráfico de drogas, o la venta legal del alcohol y tabaco, es una realidad tan palpable en nuestro entorno que prevenir puede resultar una lucha contracorriente. Sin embargo, nuestro papel como madres y padres es clave para la prevención de los problemas derivados del consumo de alcohol. Es evidente que podemos contribuir positivamente para intentar retrasar o evitar el consumo de alcohol de nuestros hijos e hijas, y que estos no establezcan una relación problemática con el mismo, ni con las drogas en general.

La prevención de los problemas derivados del consumo de alcohol en el ámbito familiar requierepor tanto, “activar” a la familia como agente de prevención, utilizando la Educación para la Salud como vehículo, atendiendo a factores tales como las sustancias, el contexto social amplio y el propio en el que cada cual se desenvuelve, que están directa o indirectamente relacionados con los riesgos de consumo de alcohol.

¿Qué es prevenir en familia?

En un primer acercamiento, podemos entender que prevenir es evitar un problema o informar sobre los riesgos de consumir drogas. Pero la prevención no se traduce solo en información, la prevención implica una actuación más profunda, implica generar actitudes y decisiones personales frente al consumo de alcohol.

La palabra Prevención, según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), se define como “Acción y efecto de prevenir”, y en su segunda acepción como “Preparación y disposición que se hace anticipadamente para evitar un riesgo o ejecutar algo”. Quedándonos con esta segunda definición, vemos que prevenir implica adelantarnos a posibles riesgos que puedan existir, lo que supone que, cuanto antes empecemos con esta tarea, mejor.

Prevenir no consiste en atajar las causas, sino en educar a nuestras hijas e hijos para que se conviertan en personas que no necesitan llevar a cabo conductas de riesgo para vivir, o que saben convivir con ellas sin que les causen ningún mal. Prevenir es educar y educando hacemos prevención. Prevenir supone ayudar a saber elegir, decidir, corregir, aislar de situaciones comprometidas,… en función de la situación. Es enseñar a convivir con los diferentes riesgos que hemos visto. Prevenir es anticiparse. Desde la infancia nos enseñan a anticiparnos a aquello que puede poner en riesgo nuestro bienestar, tanto físico, como psíquico y social. Nos enseñan que la salud no es algo que se tiene o no se tiene porque sí, sino que la salud hay que cuidarla y fomentarla. Debemos enseñar comportamientos y hábitos saludables y actitudes favorables al propio cuidado y al de las otras personas. Este es uno de los pilares fundamentales en los que se basa la prevención y comienza desde la más tierna infancia.

Factores de protección y factores de riesgo

Los modelos más generalizados para explicar este fenómeno son el Modelo de la Competencia Social, y el Modelo bio-psico-social. A grandes rasgos, estos modelos coinciden en explicar la etiología o el origen de las drogodependencias en base a la interacción de tres dimensiones básicas: Las sustancias con sus diferentes efectos, las características de la persona consumidora, y las condiciones del contexto social o ambiente donde se producen los consumos. Es decir, no existe una única causa por la que una persona desarrolle un problema de alcohol, sino que van a ser varias las causas que van a influir en ello.

Además, existen numerosas referencias a aquellos aspectos personales y sociales que pueden fortalecer a las personas para poder afrontar con éxito las situaciones de riesgo, concretamente, las de consumo de alcohol y otras drogas, los llamados factores de protección. Lo contrario, aquellas características personales o sociales que pueden hacer más probable que se dé una conducta de riesgo, es lo que llamamos factores de riesgo. Es importante conocer estos factores, sobre todo aquellos relacionados con el ámbito familiar, para saber qué podemos hacer nosotros como madres y padres para prevenir los problemas derivados del consumo de alcohol en nuestra familia. La adicción es uno de los problemas que queremos prevenir, pero no el único. El consumo de alcohol también puede dar lugar a otros problemas, más o menos graves, como pueden ser: accidentes de tráfico, conductas violentas, pérdida de amistades, conflictos familiares o laborales, fracaso escolar, etc.

FACTORES DE PROTECCIÓN:
En nuestros hijos:

  • Los valores:

Si desde temprana edad fomentamos valores positivos hacia la salud, es posible que nuestros hijos e hijas los incorporen a sus creencias y los pongan en marcha en sus comportamientos. Entonces, frente a una oferta de drogas, los criterios de salud influirán positivamente en la decisión que tengan que tomar.

Los valores prosociales recogen valores como la convivencia, la solidaridad, la aceptación de la diversidad, la cooperación, la participación, el diálogo, etc. Si educamos a nuestros hijos en estos valores, aprenderán a convivir y a relacionarse mejor con las demás personas. Si fomentamos estos valores podemos también contrarrestar el peso de factores de riesgo como la falta de conformidad con las normas sociales o los efectos negativos que la competitividad a veces tiene.

Los valores ético-morales, son muy importantes porque enseñan a las personas criterios de conducta basados en la ética y el respeto y son un gran factor de protección que nos ayuda a tomar decisiones. Fomentando estos valores, les ayudamos a madurar y a mejorar su autoconfianza y su autoestima. Al construir un sistema de creencias nos sentimos personas más seguras de nosotras mismas y, por tanto, con una mejor disposición para enfrentar situaciones difíciles.

  • La capacidad para la interacción social

Si enseñamos a nuestros hijos e hijas habilidades de relación como la comunicación, la capacidad de decir que no ante una propuesta, la capacidad de autoafirmarse en la expresión de opiniones, etc., estaremos fomentando una capacidad de interacción social que les protegerá ante situaciones de presión del entorno. A su vez, potenciamos en ellos la seguridad en sí mismos y su valoración personal (autoconcepto) cuando manejan con éxito situaciones de interacción social.

  • La toma de decisiones

Preparar a nuestras hijas e hijos para tomar decisiones tiene un valor incalculable porque la vida requiere decidir constantemente, de hecho, no podemos vivir sin tomar decisiones. Además, al enseñarles a tomar decisiones aprenden también capacidad crítica, a asumir responsabilidades y autocontrol.

El hecho de poder decidir con autonomía nos hace a todas las personas menos influenciables y nos permite afrontar mejor las situaciones de consumo de alcohol.

En nuestro entorno próximo

  • Apego familiar y clima afectivo positivo

El sentimiento de apego familiar nos procura un vínculo a un grupo de pertenencia, nuestra familia. Nos hace sentir que formamos parte de un grupo con el que compartimos y en el que nos podemos apoyar cuando nos sentimos mal. El apego nos da seguridad y nos ayuda a crecer y a madurar.

Para fomentar el sentimiento de apego familiar debemos crear un clima afectivo positivo. Crear un buen ambiente en el hogar implica actitudes de reconocimiento y respeto, una comunicación fluida y manifestaciones de cariño y afecto incondicional.

Distintas investigaciones constatan que el apego familiar y un clima afectivo positivo ayudan a disminuir factores de riesgo que promueven la conducta de consumo. 

En el marco de la familia, también es un factor de protección la comunicación fluida. La familia como primer grupo social para las personas, es el primer espacio donde aprendemos a comunicarnos y, por tanto, es un lugar privilegiado para aprender a comunicarse más y mejor.

La presencia de límites y normas también es necesaria. Cualquier grupo que convive, necesita una organización y unas reglas mínimas para ello. En la familia es importante que existan normas y límites de comportamiento, así como un adecuado reparto de tareas. Si enseñamos normas y límites a nuestros hijos y les damos responsabilidades dentro del hogar, de acuerdo con su edad y madurez, estamos fomentando el autocontrol, la capacidad de asumir responsabilidades, la tolerancia a la frustración, etc.

En definitiva, habilidades que pueden promover el control de impulsos y la capacidad de convivencia y cooperación. También es fundamental que la familia seamos un buen modelo para los hijos e hijas, y seamos
coherentes con lo que hacemos y decimos. Aprendemos más de lo que vemos que de lo que nos dicen, por lo que si decimos una cosa, pero hacemos otra, nuestros hijos se van a dar cuenta.

El grupo de iguales

Después de la familia, el grupo de iguales es el espacio de relación social más importante para las personas, especialmente durante la adolescencia y la juventud, donde suele ocupar la primera posición.

Cuando tenemos un grupo de amigos, no solo compartimos el ocio y las aficiones, nos unen vínculos afectivos y un sentimiento de pertenencia. Esto es positivo, siempre y cuando la autonomía, el criterio personal y la capacidad de tomar decisiones no queden diluidos por una excesiva dependencia del grupo.

El centro escolar

Durante la infancia y la adolescencia, el centro escolar es algo más que un centro educativo, es un importante contexto de socialización e intercambio. Por este motivo, el clima del centro es esencial. Cuando este es positivo, se favorece la vinculación del menor con la comunidad educativa, la integración y el sentimiento de pertenencia que le permite acudir y poder reconducir situaciones que pueden considerarse de riesgo.

Nuestra relación con el centro escolar es clave como factor de protección. Debe existir un puente común entre padres, madres y docentes, y una relación fluida en la que desaparezcan los reproches. Es importante que la escuela y la familia se comporten como un matrimonio bien avenido porque, como sabemos, los más perjudicados en este conflicto son nuestros hijos e hijas.

La comunidad próxima: el barrio, el pueblo

El lugar donde se ubica nuestro hogar es un espacio estupendo para la prevención. En ese espacio se reúnen las personas, unas veces por intereses o inquietudes y, otras, por el mero hecho de cohabitar en ese entorno. Es un espacio informal de intercambio y socialización en el que surgen de manera espontánea distintas formas de agrupación.

Participar en la comunidad favorece el sentimiento de pertenencia y, a su vez, hace que las personas aporten y enriquezcan con sus experiencias la comunidad en la que viven, promoviendo el crecimiento y la evolución de la misma. Sin embargo, cada día hacemos menos vida en el barrio y subestimamos las posibilidades que nuestro entorno próximo tiene para hacer prevención.

En la sociedad

Madres y padres podemos participar en los factores de protección asociados a la sociedad y la cultura en la que vivimos. Son los que surgen desde, para y por la sociedad y tienen la capacidad de promocionar cambios en los hábitos de los individuos.

Campañas de promoción de la salud

Son todas aquellas campañas de sensibilización, información y formación que pretenden mejorar los hábitos de comportamiento de los grupos e individuos. Debemos prestar atención a esas campañas y no actuar como receptores pasivos y ajenos a esos mensajes. Por ejemplo, los mensajes de las cajetillas de tabaco; podemos interpretarlos como un intento de manipulación de nuestra libertad individual pero, nos guste o no el mensaje, no es más que una advertencia sobre el daño que nos puede causar fumar.

La limitación de la accesibilidad a las sustancias

Las leyes que limitan el acceso a las drogas están elaboradas con un carácter protector para las personas y la sociedad. Es importante que las cumplamos. Para ello, no hagamos cosas como encargar a nuestros hijos e hijas menores que nos compren tabaco o alcohol porque, si lo hacemos, estaremos quitando valor a una norma que les protege.

Las alternativas de ocio y tiempo libre

Cada día es más amplia la oferta de ocio y tiempo libre. Además, el ocio no es patrimonio exclusivo de la juventud. Hoy se considera un elemento de calidad de vida y se promueve como tal. Esto es muy interesante siempre y cuando esa oferta sea viable y atractiva

FACTORES DE RIESGO
Factores personales

Hay numerosos factores personales que pueden hacernos más vulnerables para el abuso de drogas. No depende tanto de las sustancias, como de la relación que cada sujeto establezca con ellas.
Algunos de ellos, son:

  • La edad de inicio: cuanto más temprana sea la edad de contacto con la sustancia, existe un
    mayor riesgo de vulnerabilidad en la persona que la consume.
    Percepción de riesgo: por lo general, cuanto menor es el riesgo que se percibe de consumir una
    sustancia, mayor probabilidad existe de que se consuma. Esta percepción está muy
    condicionada social y grupalmente. En el caso del alcohol, el hecho de que sea la sustancia que
    se percibe como menos peligrosa, indica un claro factor de riesgo.

Información y creencias erróneas asociadas al consumo de alcohol.

  • Ausencia de valores prosociales, y presencia de valores como el hedonismo o el “presentismo”, que implican la consideración exclusiva de las consecuencias inmediatas de los actos.
    Pocas habilidades para tomar decisiones y solucionar problemas, lo cual favorece la práctica de conductas que buscan reforzadores inmediatos, como puede ser el consumo de alcohol.
    Autoestima y autoconcepto inadecuados, que promuevan el consumo de alcohol como un medio para “atreverse” a hacer algo, para agradar a las demás personas o para desinhibirse ante alguien o ante algo.
    Pocas habilidades de comunicación y resistencia a la presión de iguales: estas habilidades están muy relacionadas con la autoestima, el autoconcepto y con la capacidad de defender las ideas propias.
    Poca capacidad de autonomía y autocontrol, referida a la capacidad de los y las jóvenes para regular su propio comportamiento.
    Escasa competencia social, entendida como la habilidad para iniciar o mantener relaciones sociales

Factores microsociales:

Ámbito familiar: es nuestro primer entorno, donde se configura nuestra mente y nuestra personalidad. El modelo familiar y la actitud que los miembros de la familia tomen frente a las drogas, pueden constituir factores de riesgo en el posible inicio de consumo de sustancias. Algunos de estos factores de riesgo, son:

El pertenecer a una familia en la que existe permisividad hacia el consumo de alcohol y hasta se promueve. Baja supervisión y disciplina familiar que indican estilos educativos inadecuados: la falta de reconocimiento de logros de los hijos, una baja expectativa para ellos, la falta de límites en su comportamiento o la excesiva rigidez, o por el contrario el exceso de protección de los padres, contribuyen a generar y mantener los déficits y carencias personales, que el o la adolescente puede intentar compensar recurriendo al alcohol y a otras sustancias o si hay conflictos familiares, falta de comunicación o de responsabilidad por parte de las figuras paternas, es más fácil que puedan llegar a producirse consumos problemáticos.

  • Grupo de iguales: El grupo de amigas y amigos en la adolescencia o la pertenencia a un grupo
    ayuda a madurar y construir la propia identidad, pero a su vez, conlleva algunos factores de
    riesgo, como son:
    La presión del grupo hacia el consumo y la dependencia excesiva de este.
    Relación con amistades que consumen.
    Rechazo por parte del grupo de iguales.

Ámbito escolar:
Bajo rendimiento académico y escasa integración escolar: se ha encontrado relación entre las bajas calificaciones, el absentismo, la baja implicación en actividades escolares y mayor consumo de drogas

Factores macrosociales
Los valores dominantes de la comunidad entrañan también importantes factores de riesgo, sobre todo a través de leyes y normas favorables al uso de las drogas y por la accesibilidad de las mismas, incluyendo alcohol y tabaco en el mercado.
Entre los factores macrosociales que favorecen el consumo de alcohol, están:

  • Disponibilidad y accesibilidad a las sustancias. En nuestro país el carácter de droga legal convierte al alcohol en un producto disponible de fácil acceso, por los múltiples establecimientos donde se puede adquirir, los amplios horarios de venta, el precio asequible de las bebidas y el escaso control de la venta a menores. Es una droga con aceptación social, por tanto institucionalizada y aprobada socialmente.
    Publicidad y medios de comunicación. Constituye una importante fuente de presión social hacia el consumo, por los modelos sociales que manifiestan y que nos muestran una sociedad idealizada, en la que podemos aspirar a conseguir todo lo que deseemos.
    Asociación del alcohol y otras sustancias con el ocio. El consumo juvenil de drogas se encuentra ligado al tiempo libre, los fines de semana, a ciertos lugares de oferta y a la búsqueda de nuevas sensaciones y experiencias. En concreto está muy normalizado el botellón, como una forma rápida, barata y accesible de pasarlo bien y socializar.

¿Qué podemos hacer desde la familia para prevenir?

La función educativa es, por tanto, inherente al rol de padres y madres. Tengamos o no la intención clara de educar, estamos haciéndolo por el mero hecho de ser padres. Nuestra manera de ser y actuar es un modelo de aprendizaje para nuestros hijos e hijas. Somos un espejo en el que se miran, que imitan y del que aprenden. Por tanto, si no nos implicamos en la educación, no dejamos de educar, sino que estamos haciéndolo deficientemente, y nuestras hijas e hijos aprenden con y de esas deficiencias. En la familia educamos afectiva y socialmente. Es en el hogar donde las personas, desde pequeñas, aprendemos:

  • A sentir y mostrar afectos.
  • A expresar y canalizar emociones.
  • A hablar y a escuchar.
  • A querer y ponerse en el lugar de la otra persona.
  • A compartir.
  • A asumir normas y responsabilidades.
  • A obtener premios y castigos.
  • Valores y actitudes.

Podemos distinguir diferentes estilos educativos, en base, por un lado, al control o a la imposición que ejercen los progenitores (alto o bajo) y, por otro, al afecto o apoyo que dan a los hijos y las hijas (alto o bajo). Así, podríamos diferenciar cuatro estilos principalmente:

Conclusiones para prevenir los problemas derivados del consumo de alcohol:

  • Enseñar comportamientos y hábitos saludables, y actitudes favorables al propio cuidado y al de los demás.
    Promover un clima familiar afectivo positivo, donde prevalezcan las actitudes de reconocimiento y respeto, una comunicación fluida y manifestaciones de cariño y afecto incondicional.
    Establecer un sistema coherente de normas y límites, adaptados a la edad de nuestras hijas e hijos.
    Fomentar los valores prosociales (participación, solidaridad, diálogo, paz,…), para favorecer la convivencia y las relaciones positivas con las demás personas. 
    Desarrollar actitudes críticas, enseñarles a asumir responsabilidades y practicar recursos de autocontrol, de manera que favorezcamos su autonomía, su seguridad y su confianza y puedan tomar decisiones de una manera más responsable.
    Regular nuestro propio consumo (si lo tenemos), llevando a cabo un consumo responsable, moderado y respetuoso, o bien entender, de una vez por todas, que el consumo de alcohol es perjudicial en poca o mucha cantidad.

Ftes: Fad, curso sobre prevención familiar, 2022. CALVO Diego, La insoportable inocencia del culpable



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