Oceano y LA ADOLESCENCIA ADICTIVA
En la adolescencia el joven inicia a cuestionarse a sí mismo, intentando establecer su propia identidad, buscando una imagen o un concepto de sí mismo. Buena o mala, atractiva o desagradable, es una imagen subjetiva que revela las características físicas y temperamentales, las aptitudes y limitaciones, las cualidades y los defectos, que hacen de ese joven una persona definida. Son tantos y tan variados los elementos que conforman esa imagen y tanto los factores que lo determinan que, según sea su apreciación general (positiva o negativa de sí mismo), esto va condicionar su comportamiento. La adolescencia es una etapa fundamental en la formación de la personalidad. Los padres podemos ayudar para que nuestros hijos construyan una autoestima sana, sepan ser responsables y decidir cómo quieren vivir y qué deben evitar.
Ahora bien, ¿Cómo hacerlo?
Veamos algunos principios que deberían existir es toda educación pedagógica:
- Favorecer el conocimiento y el pensamiento crítico: invitemos a nuestros hijos a reflexionar, con argumentos sólidos y creíbles. De nada servirá el miedo, decir no porque no, y muy poco serviran las experiencias de los demás.
- Estar dispuestos a discutir, negociar y pactar. Sin perder de vista que sin respeto por las normas no puede existir responsabilidad ni libertad. Es fácil perderse en este punto entre la permisibilidad y la severidad. Nos cuesta decirles no a las cosas que nos piden nuestros hijos y además ellos son especialistas en conseguir lo que quieren. Últimamente hay cada vez más casos de violencia de padres sobre los hijos y de hijos sobre padres.
- Fomentar las actitudes reflexivas y prudentes. Desde una lógica adolescente, las sensaciones y los placeres buscados son inmediatos mientras que los daños se perciben siempre lejanos e improbables. Los adolescentes no tienen la percepción del riesgo ni la madurez suficiente como para ver el peligro.
- Respetar a los amigos de nuestros hijos, pero al mismo tiempo combatir las actitudes que les impiden ser ellos mismos. Hay que aprender a evitar las malas influencias y compañías, desde antes del el noviazgo, ya que esto puede tener graves consecuencias en el seno más íntimo. ¿Qué harías si el novio o novia de vuestra hija o hijo pensarais que podría ser una mala influencia para ella? Hay que ser objetivos, una cosa es que no nos guste y otra que sea tóxica esa relación.
Debemos esforzarnos por entender qué les pasa a nuestros hijos y ponernos en su lugar, descubrir lo que piensan y sienten, establecer unas normas que les ayuden a conseguir un orden interno, pero, al mismo tiempo, saber ser flexibles y sacar partido de la negociación como herramienta de aprendizaje y de construcción de valores. Establezcamos con nuestros hijos un vínculo afectivo, demostrándoles que les queremos, que nos importan, que pueden contar con nosotros.
En la adolescencia la relación se transforma: perdemos la seguridad, nos parece que nuestros métodos educativos ya no sirven. Conviene seguir con nuestro propio proceso de aprendizaje y adaptar nuestras ideas a la nueva situación. Educar es ayudar a comprender los cambios, descubrir emociones y sentimientos sin dejar que nos desborden. Las explicaciones de las normas, la negociación y el pacto nos ayudarán a establecer un clima de confianza. En el inicio de la adolescencia, las drogas o comportamientos adictivos, pueden aparecer de manera habitual en las conversaciones de chicos y chicas, a pesar de que el consumo sea todavía minoritario. A menudo se trata de una manera de demostrar que se ha dejado atrás la infancia. Hay que hablar de drogas en casa, de manera franca, evitando crear situaciones dramáticas innecesarias y huyendo del tono catastrofista que acostumbra a reforzar las convicciones de chicos y chicas (“mis padres exageran, no hay para tanto”). Al mismo tiempo, sin embargo, es importante intentar no frivolizar con el tema. Lo más importante es encontrar un tono sencillo, razonable y directo, que sea útil y efectivo para alertar de los riesgos de las drogas. La mejor manera es tener un conocimiento real de las drogas, estar convencido de sus consecuencias negativas y demostrarlo con el ejemplo personal. Algunos padres no se preocupan de informarse sobre las drogas y sencillamente imponen un no sin fundamento alguno que los jóvenes detectan y rechazan. Los padres y madres tenemos que conseguir información adecuada y adaptar nuestras explicaciones a la edad de nuestros hijos. Podemos introducir el tema de una manera que no quede forzada a partir de una noticia que hemos visto en televisión o de una noticia del periódico. Es importante conocer el tema razonablemente bien, creer lo que decimos y practicarlo. Estar informados y saber cuáles son los efectos y los peligros de las drogas, no estimulará su consumo. Muchas veces, los padres, para hablar con sus hijos de temas delicados como las drogas, esperamos encontrar un momento ideal y un ambiente propicio. Pero muchas veces, este momento ideal no llega nunca. Hay que decidirse a dar el paso. No perdamos oportunidades de hacerlo. Se trata de una inversión para el futuro. Hablar siempre que se pueda, aunque las condiciones no sean óptimas. Las primeras informaciones que nuestros hijos reciben sobre las drogas acostumbran a ser incompletas y confusas. Hay que proporcionarles información seria, contrastada, que no reproduzca los tópicos, sin exageraciones ni falsas moralinas. Dialogar no es sólo hablar, sino observar, mostrar interés, crear un espacio de comunicación que permita expresar ideas, dudas y preocupaciones. Hay que aprender a escuchar, provocar la conversación, establecer una relación de confianza y complicidad.
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