Yo soñaba con ser pastor de iglesia o profesor de religión, vivir honestamente y ser coherente con mi fe. Soñaba con poder ser un buen padre de familia, un buen esposo y un buen cristiano, sin embargo, lo que soy y seré para siempre, es un cocainómano, es decir un “adicto”. La vida es aquello que te sucede mientras tú tienes otros planes. Al fin y al cabo, me lo merezco porque son las consecuencias de mis decisiones, pues somos los arquitectos de nuestro destino. Si he llegado a enfermar es porque me lo he buscado. ¿Es eso exactamente así? ¿Acaso quiere alguien ser adicto? Hoy no podemos limitarnos a hablar de fuerza de voluntad para superar una adicción, algo que antes siempre se potenciaba, el “apretar los dientes” frente a la sustancia, hoy es un esfuerzo prácticamente inútil.